
04 Ene Emociones ¿negativas?
“No me pongo fea cuando me enfado, no me da la gana de dejar de llorar y sí, tengo miedo”
¿Por qué digo esto? Porque existen emociones que se suelen clasificar como negativas y sobre las que es muy frecuente encontrar mensajes dirigidos a inhibirlas, cuando en realidad, aun siendo desagradables, son positivas, necesarias y útiles. Concretamente, hay tres que sufren una especial represión dentro de nuestra cultura: el enfado, la tristeza y el miedo.
¿Para qué sirven?
- Todas las emociones nos dan información. Son como un sexto sentido e ignorarlas sería tan mala idea como vendarse los ojos cada mañana. En el caso del enfado, nos dice que se están sobrepasando nuestros límites; la tristeza, que hemos sufrido una pérdida o nos falta algo y el miedo, que existe un posible peligro.
- La expresión emocional es un aspecto fundamental de la comunicación. Incluso empleamos emoticonos cuando escribimos un wasap y no solo porque sean monos o divertidos, nos permiten trasmitir más fielmente lo que queremos comunicar y al otro entenderlo. El contenido puramente verbal sin el componente emocional queda incompleto. Por ejemplo, no es lo mismo decir solo “ayer no me llamaste” que “ayer no llamaste” con enfado, “ayer no me llamaste” con tristeza o “ayer no me llamaste” con preocupación.
- Nos empujan a la acción para alcanzar el objetivo de cada una de ellas y en ocasiones nuestra propia supervivencia depende de ello. El enfado nos moviliza para poner límites y establecer ciertas normas de convivencia, la tristeza nos lleva a la introspección, a parar y estar con nosotros mismos o a buscar consuelo en los otros y el miedo, a poner en marcha mecanismos para afrontar o evitar el peligro ya sea huyendo, peleando o paralizándonos.
¿Y si no las utilizo?
Cuando inhibimos una emoción pueden pasar varias cosas:
- En primer lugar parece lógico pensar que si perdemos aquello para lo que sirven, perdemos información, falla la comunicación y las acciones que ponemos en marcha no sirven para alcanzar los objetivos que necesitamos.
- La emoción no desaparece sin más, ya que si no permitimos que cumpla su función seguirá latente, por lo que en realidad al negarnos sentirla y/o expresarla la estamos prolongando.
- Para mantenerla a raya en ocasiones tendremos que recurrir a otra emoción secundaria que resulte menos intolerable para nosotros mismos o para los que nos rodean. Pero esta emoción no es la que toca y acaba por resultar desadaptativa al no cumplir la función que realmente necesitamos. Esto sucede cuando nos enfadamos ante el miedo, nos sentimos culpables ante el enfado, nos enfadamos ante la tristeza, etc.
- Experimentar es una de las mejores formas de aprender, si no nos permitimos nuestras emociones difícilmente aprenderemos a expresarlas o regularlas de forma adecuada. Por ejemplo si no reconocemos que estamos enfadados y no practicamos la mejor manera de expresarlo, podemos acabar por comportarnos de una forma pasivo agresiva generando mayor hostilidad pero sin solucionar nada.
- Nos arriesgamos a convertirnos en una olla exprés sin válvula de escape que cuando no soporta más presión estalla.
- Bloquear una emoción no es una tarea fácil y podemos acabar por sobrecargarnos o no dejar de jugar al despiste con tal de no verla, esto lo hacemos con actividades incesantes, con atención desmedida a aspectos externos, con conductas compulsivas, con la anestesia de las drogas o el alcohol, etc. En definitiva, con estrategias que pueden resultar dañinas.
Sorry, the comment form is closed at this time.